miércoles, 8 de abril de 2009

Etica de la Prensa

El problema de la ética no solo debe de estar cuestionándose en el ámbito político o con los funcionarios públicos, se debe de hacer el ejercicio de manera integral y debe de incluir sin ninguna excepción a los periodistas que acechan y acosan a personas sin tener los suficientes elementos o pruebas para denigrar y poner en duda la honorabilidad de las personas.

Abajo el párrafo de una entrevista que hizo un periódico español a un conocido periodista francés, hablando precisamente de este tema, en el mismo pueden ver que al final hay un link que pueden hacer haciendo click y ver la entrevista completa.

A continuación el párrafo:

El diario El País, de España, publicó una entrevista con el gran periodista francés Jean Daniel, director de la prestigiosa revista Le Nouveul Observateur. El destacado intelectual señaló rotundamente su preocupación por el periodismo actual: "La capacidad de hacer el mal que tiene el periodista es devastadora. En un día o en una hora se puede deshacer una reputación (...) Es un poder terrible". También agregó que "... se han pasado los límites: la filosofía de la transparencia, cuando se lleva hasta el extremo, por virtud o por vicio, llega hasta la violación de la vida privada", para luego señalar que esto es el principio básico de la calumnia, lo cual se agrava porque "... la calumnia ahora se apoya en las nuevas tecnologías".

Reproducimos íntegro este lúcido documento de periodismo de alto nivel publicado por El País en su edición del 18 de enero de 2009 (también pueden encontrarlo en el diario español ) http://www.elpais.com/articulo/reportajes/capacidad/hacer/mal/tiene/periodista/devastadora/elpepusocdmg/20090118elpdmgrep_3/Tes

4 comentarios:

  1. Carlos me parece maravilloso este esfuerzo. Te paso algunos párrafos de Alain Minc sobre los juicios por la prensa
    Alain Minc, el reconocido politólogo francés y director del consejo de supervisión de Le Monde en su libro La Borrachera Democrática (La borrachera democrática, El nuevo poder de la opinión pública. Madrid: Ediciones Temas de Hoy, 1995, pp. 97-101.) analiza las relaciones que dan origen a los juicios y condenas mediáticos. Y en relación con el uso que los acusadores dan a sus relaciones con los medios de comunicación nos señala: “El juez de instrucción, que ya era “el hombre más poderoso de Francia” a juicio de Napoleón, se convierte en un poder cuasi omnímodo cuando utiliza la prensa como caja de resonancia. Y es que una inculpación pública equivale a un juicio. La presunción de inocencia desaparece y el verdadero juicio en primera instancia se asemeja a un veredicto de la opinión pública, lo que, a su vez, transforma las apelaciones a las más altas instancias judiciales en última ratio. Pero esta tendencia no propor¬ciona un nivel jurisdiccional suplementario para mayor protección de los encausados, porque el primer juicio, el de la opinión pública, equivale siempre a una condena. Así, el procedimiento judicial se asemeja a una enorme maquinaria, cuyo único fin es dar a conocer lo mejor posible la instrucción que, en la mentalidad popular, equivale a la inculpación. Los jueces instructores lo saben bien y, por eso, han aprendido la técnica de la puesta en escena de la inculpación, para crear un hecho irreversible. Pero, si incluso antes de este instante privilegiado instrumentalizan los medios de comunicación, lo que hacen con mayor descaro todavía durante el periodo de instrucción, saciando su concupiscente compli-cidad, con el fin de protegerse de toda intervención exterior y de poner en marcha una dinámica imparable. En este contexto, un testimonio público equivale a veces a una precondenación de la opinión pública, ya que la inculpación se identifica con la condena y una investigación pública es suficiente para poner fin a la presunción de inocencia” (página 97-98)
    Durante el período liberal del proceso penal, en el cual el ideal garantista fue preponderante y las reglas de debido proceso defendieron de manera singular a los indiciados, ciertamente la justicia se ocupaba casi exclusivamente de los delitos cometidos por las personas con menores recursos y educación. Ello provocó, como legítimas reacción, en el siglo XX un afán de fortalecer la acción penal frente a los más poderosos, y en ese interés la balanza en muchos casos se inclinó al extremo contrario perdiéndose la defensa cuidadosa de los derechos humanos que siempre debe privar. Al respecto Alain Minc nos señala: “Traumatizados por el arte y la forma con la que los poderosos no han cesado de protegerse, durante decenios, frente a ellos, los jueces manejan a su vez el martillo pilón de la sospecha colectiva, para reafirmar su independencia. Sin duda no valoran bien cuánto han cambiado las relaciones de fuerza a su favor, hasta el punto de que con tales precauciones eliminan la presunción de inocencia del inculpado, del “prepreinculpado” y de cualquier “prepreinculpado”. Está en marcha una máquina que no parece dispuesta a detenerse”. (página 98)

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  2. II Parte
    Estas son circunstancias no de Costa Rica, sino del mundo. Para el caso de Europa y con especial referencia a Francia y a Italia nos señala Alain Minc: Entre Francia, donde un juez de instrucción convoca a la prensa antes de efectuar una seria de pesquisas en la sede del partido socialista, e Italia, donde la operación “manos limpias” desemboca en procesos televisados en directo, solo hay una diferencia de grado. Si las actividades del procedimiento son entregadas a los medios de comunicación, ¿por qué no el propio proceso? Al final, las formas y el desarrollo del procedimiento sólo sirven para proteger mínimamente frente a la opinión pública a un inculpado, al que, muchas veces ya se ha condenado. “Exagerado y escandaloso” dirán nuestros mejores juristas ¿consideran poco exagerada una inculpación judicial en directo o una comparecencia de testigos ante una multitud de periodistas? ¡Si se rasgan las vestiduras por los procesos televisados a la italiana, con el juez Di Pietro convertido en fiscal y en presentador a la vez, que rechacen las dramatizaciones inherentes a las instrucciones demasiado públicas!” (página 98)
    Además la relación entre acusadores y medios de comunicación no es unidireccional: NO, corre en ambos sentidos. Es importante recurrir de nuevo al criterio de Alain Minc por ser uno de los directores del consejo de supervisión de uno de los periódicos mas reconocidos del mundo, Le Monde. Sobre la acción de los medios en esta nueva alianza de poderes nos dice Alain Minc:” Pero los medios de comunicación no se contentan, evidentemente, con el papel de ser cajas de resonancia de los tribunales de justicia. ¿Qué mejor criterio de eficacia para el periodismo de investigación que el ser capaz de poner en marcha el aparato judicial? La apertura de una investigación judicial es suficiente para validar por completo toda una serie de artículos precedentes. Una inculpación representa, para el periodista que destapó el caso, su premio Albert Londres. Y una condena, lo equivalente al premio Pullitzer… De esta forma, los mayores periodistas se convierten en auxiliares de la justicia y el jefe de investigación de Le Monde o de Le Figaro, en dobles del mejor juez de instrucción…” (página 99)

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  3. III Parte
    Y claro, en esas actividades la prensa no está exenta, porque es también acción humana, de las posibilidades de errar o de pecar, de ser subjetiva, de ignorar los hechos y de tener opiniones preconcebidas que la muevan a condenar inocentes. Y por supuestos esas posibilidades se agigantan ante el impulso profesional, comercial y personal de triunfar en la lucha de las encuestas y de merecer el favor del público. “Ante todo el rating”. También a este aspecto se refiere Minc: “Pero, cuando el sistema patina bajo las arremetidas del barómetro demoscópico, la democracia pierde todo lo que le había hecho ganar una prensa seria de investigación. Patinazos son las investigaciones no verificadas, pero martilladas de telediario en telediario. Patinazos son las investigaciones hechas de prisa y corriendo, con el único deseo de poder echar unos cuantos nombres como pasto a los telespectadores. Patinazos profundos son esas emisiones que, so pretexto de imitar los procedimientos judiciales, intentan sustituirlos en la mentalidad popular con el riesgo de descalificar a la auténtica justicia. La “verdad mediática” ha sustituido a la “verdad auténtica”. ¡Cuando, por suerte, coinciden, tanto mejor para la democracia! ¿Y cuándo no coinciden? Tal incertidumbre atenta contra el funcionamiento normal de un Estado de Derecho. En cualquier caso, no son las reglas tradicionales, válidas en la época de una justicia pusilánime y discreta y de una prensa víctima de la autocensura y de la censura, las que pueden proteger a los ciudadanos de hoy”. (Página 99-100)

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  4. IV Parte
    Alain Minc también analiza la dificultad de la objetividad en juicios de actores políticos a la luz de las fuerzas sociales contemporáneas: “A la democracia representativa, le corresponden procedimientos tradicionales; a la opinión pública, nuevos mecanismos… El viejo fondo marxista sale de nuevo a la superficie, así como ciertos resabios anarquistas y el odio católico a lo Peguy, hacia el poder y hacia el dinero. Extraño sincretismo ideológico –nunca explícito, siempre latente- que hace funcionar al más joven de los poderes, el de los medios de comunicación-justicia, en nombre de convicciones hoy obsoletas sobre el funcionamiento de la economía y de los enfrentamientos sociales. Los servidores de este omnipresente poder no parecen darse cuenta de que, bajo los focos de la opinión pública, la sanción para los personajes públicos se torna más dura y que, por lo tanto, se capa de igualdad ante la ley, el sistema funciona a costa de los privilegiados. Además, al final, por un extraño efecto bumerang, los modestos y los incultos terminan también pagando más de lo que les corresponde por estos disfuncionamientos judiciales acentuados por el concubinato con los medios de comunicación. De esta manera, todos salimos perdiendo… Con este telón de fondo, la política es la primera que está condenada a caer en la esclavitud. El duelo es demasiado desigual. En efecto, de un lado está el poder que intenta con poco acierto dominar el capital o los recursos de los medios de comunicación. Y del otro un ejército de periodistas, de medios audiovisuales o escritos, que somete a los políticos a un permanente proceso… comentaristas que creen fabricar la opinión, cuando lo que en realidad hacen es determinar la atmósfera de los medios; periodistas de investigación que, en contra de los principios cardinales de su profesión, se permiten el lujo de difundir informaciones no verificadas o insuficientemente contrastadas…… el duelo entre el político y el periodista es desigual, porque las consecuencias para uno y otro son incomparables. El periodista se mueve en un ambiente de cuasi impunidad … En cambio para el político la sanción sicológica es instantánea … la política es la víctima más clara de nuestra nueva santa trinidad de jueces acusadores-medios de comunicación-opinión pública … Hasta el punto de aplicar prácticas poco conformes con las reglas del habeas corpus, desde la prisión preventiva para los delincuentes y malhechores con el objetivos de hacerles confesar –práctica inquisitorial, en el sentido propio del término – hasta esos procesos en directo que atentan contra las reglas más elementales del procedimiento judicial”. (páginas 100-103-110-111)
    Miguel Angel Rodríguez

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