Por: Luis Montoya Salas
Comunicólogo
“Del periodismo se sale como de un prostíbulo”. “Todas esas publicaciones alimentan la ignorancia de quienes hablan sin conocer”. “¿Qué es un periódico? Una obra efímera y sin mérito ni utilidad, cuya lectura sólo sirve para darle a las mujeres y a los tontos, vanidad sin instrucción” (P. Albert Histoire de la presse. P.15)
Estas sentencias de Baudelaire, Diderot y Voltaire acuñadas en la Francia del siglo XVIII también apuntan hacia la prensa “light”, sensacionalista del siglo XXI.
El periodismo sería tan antiguo como el ágora griega, las actas publica y diurna, romanas; o tan sui generis, como las crónicas cantadas por los trovadores de la Edad Media, ancestros en línea directa del “periodismo” espectacular y del corazón. Estos serían también, algo así como los primeros corresponsales de guerra, pues viajan de pueblo en pueblo “socializando” las hazañas guerreras de los nobles cruzados empeñados en convertir al cristianismo a los “infieles” del Oriente Próximo. ¡A espada y fuego! Así, satisfaciendo la insaciable y primitiva curiosidad de la plebe, los “pseudo periodistas” de entonces convierten en ídolos, a sus amos.
En Occidente, el periódico aparece con el siglo XV, al tiempo que emergía el Renacimiento; la Reforma protestante amenaza los cimientos del poder eclesiástico, gracias a la divulgación masiva de la Biblia, impresa en la imprenta de Gutenberg; bullían los descubrimientos científicos; los viajes exploratorios a nuevos continentes enfrentaban a naciones enteras; se construían los nuevos estados modernos, acompañados del progreso en los intercambios bancarios y comerciales.
En esta vorágine de acontecimientos se publican periódicos de contenido económico, político, satírico-humorístico . Y resulta curioso, el nacimiento de la prensa llamada popular. Como un artilugio para evadir el impuesto que el Estado cobra a los periódicos de carácter político, se publican los “ecos” y chismes de vedetes y figuras públicas, con el estilo de crónica. Se incluyen segmentos por entregas periódicas de novelas famosas e historias -rosa (antecedentes de las telenovelas) que obtienen, de inmediato, la aceptación del público.
Empieza entonces, a dibujarse, una fuerte diferencia entre la prensa especializada de calidad en formato revista principalmente, dirigida a un público selecto, más educado, con mayor poder adquisitivo y decisor y una prensa popular más rentable; y por tanto, más emocional, doméstica, simplista, llamativa y barata, gracias al financiamiento de la publicidad.
El periodismo popular (por oposición al periodismo especializado y científico) constituye un fenómeno universal. Aunque evolucionó, de acuerdo con las estructuras económicas, las organizaciones sociales, el nivel educativo y cultural y los preceptos morales y religiosos, tanto como los conceptos de libertad de expresión en cada nación, hasta determinar los contenidos, funciones y orientación de sus correspondientes medios de difusión colectiva.
La primitiva tendencia de privilegiar lo emocional a lo racional cartesiano, acompañada de la insaciable necesidad del ser humano por saber, han cumplido un papel de primer orden en el auge de la rama periodística-empresarial del entretenimiento.
Pero tal fenómeno no surtiría efecto sin un lenguaje (impreso, radiofónico y televisual) sencillo, directo, claro, breve, conciso, provocador, atractivo, original y atrevido, de cara a las rígidas convenciones que sujetan nuestra cotidianidad.
En Costa Rica, el periodismo de evasión, popular y sensacionalista consolidó su notable éxito económico a lo largo de las últimas tres décadas del siglo XX. En este sentido, sólo siguió los patrones consumistas de los países occidentales, en correspondencia con el complejo aumento de las exigencias cotidianas de una sociedad cada vez más competitiva.
Hoy resulta imposible oponerse a su existencia; menos aún, negar su necesidad social, como sostienen diferentes investigadores liderados por el francés Jean Stöetzel.
No obstante, hay quienes se preguntan, si tal y como ocurre en los demás colegios profesionales con la fiscalización del ejercicio profesional de sus miembros, el Colegio de Periodistas juega algún rol en el control de calidad del desempeño ético profesional aplicado a las noticias en general y al sensacionalismo periodístico, en particular.
En asunto de tal magnitud, hace 15 años la Sala IV declaró inconstitucional, mediante el fallo 2313-95, la obligatoriedad de colegiarse para “ejercer el derecho de buscar, recibir y difundir información” (artículo 13 del Pacto de San José).
Pero la ley sí obliga al Colegio de Periodistas a repensar el aporte del periodismo profesional (naturaleza, características, contenidos y estructura) con su conjunto de herramientas técnicas y conceptuales para facilitar a los ciudadanos la detección, por ejemplo, de las estrategias persuasivas y disuasivas del sensacionalismo, dirigidas (creo yo), a ocuparnos en preocuparnos por sentir, vivir y sufrir las vidas amplificadas de “otros”; al tiempo que nos desvía de las pistas elementales para comprender parte esencial de nuestra propia, personal e íntima verdad, según creo yo: “Trabajando y viviendo honestamente para ganarnos el pan nuestro de cada día en el anonimato cotidiano, hacemos, como personas individuales, el mayor aporte en la construcción del simbólico y eterno monumento que es la raza humana”. (analogonluis@yahoo.es)
Muy buena su nota.
ResponderEliminarMe parece que hoy en día el marketing le ha ganado al periodismo.
Estará en la ética de cada uno de nosotros el futuro del periodismo; o nos dejamos ganar por los intereses económicos, o defendemos nuestras convicciones e ideales.Me quedo con la segunda opción.